Las arañas segregan la seda en la que viven y cazan, un filamento extensible a la vez que resistente que pasa rápidamente de estado líquido a sólido desde unas glándulas situadas en su vientre llamadas hileras. El invento del hilo se atribuye al ingenioso Dédalo, exiliao de Atenas por empujar desduna atalaya a 1 discípulo que le rivalizaba hacia la corte del rey Minos en Creta, la antigua Knossos donde prestaba sus servicios cuando fabricó el ovillo de hilo que regaló a Ariadna, hija de Minos & Pasífae, el mismo que Ariadna entregó a Teseo, príncipe de Atenas destinao con los de su edad al sacrificio ritual al Minotauro encerrao en el laberinto también construido por Dédalo, laberinto del que logró salir Teseo con ayuda del hilo después de derrotar al monstruo con cuerpo humano y cabeza de toro. Ariadna huyó con Teseo a Atenas pero el héroe la abandonó en la isla de Naxos. Las primeras cremas de afeitar se hicieron en Roma mezclando telarañas con aceites y grasa de cerdo con la que mujeres y hombres se depilaban el cuerpo por igual, también las piernas. Los cuidadores de cuerpos ajenos de los antiguos latinos, normalmente esclavos empleaban cataplasmas de resina caliente. También utilizaron preservativos fabricaos a partir de tripas de cordero excepto los legionarios, que se los fabricaban de intestinos y tejidos musculares de los enemigos a los que derrotaban en los combates. Desde hace tiempo se estudian las reacciones químicas necesarias y el orden en el que se producen los filamentos para aplicar las experiencias en la fabricación de puentes colgantes de peso liviano así como automóviles resistentes a los golpes. Recientemente se han iniciao otras investigaciones para saber si la toxina del veneno de las arañas, un cóctel de moléculas capaz de atacar varios organismos se puede utilizar para tratar la disfunción eréctil desde que encontraron hombres que habiendo sido mordidos por arañas sufrían erecciones inusualmente prolongadas. Los estudios se centran en 3 tipos de arañas originarias de Suramérica y África, entre ellas la viuda negra, Latrodectus mactans cuyo veneno es 50 veces más potente que el de la cobra pero que también inhibe temporalmente la concepción masculina, hasta la fecha el único espermicida natural que se conoce. La araña macho de la viuda negra es devorao por la hembra tras copular, de ahí su nombre.
- Hay enfermedades que desaparecieron de la faz de la Tierra, y no me refieron a aquellas que, como la viruela (firmada por Carlos Fisas en 1983, 1989 es el año de publicación de Historias de la Historia I por editorial Planeta), se puede decir que ya no existen gracias a los procedimientos de vacunación, sino que aludo a ciertas dolencias extravagantes que ningún médico aceptaría hoy como tales, como por ejemplo el tarantismo. José Recuero era 1 personaje muy obsequiado y popular en el siglo XVIII. Su prodigiosa habilidad era reconocida y a menudo solicitada en todos los lugares de la Mancha, y singularmente en los campos de Calatrava y Montiel. Ágil de manos y dotado de buen oído tañendo la vihuela, era 1 bendición de Dios y así podían asegurar sus paisanos que resucitaba los muertos con sus jotas, fandangos, seguidillas y otras sonatas. Muchos médicos, boticarios, cirujanos, escribanos, alcaldes, sacerdotes y sin número de vecinos fueron testigos de sus portentos. El ciego de Almagro José Recuero había vuelto a la salud a no pocos moribundos y desahuciados, aplicando la música a la curación de las dolencias. Pero donde con más asombro del público se veía la eficacia del mágico Recuero era en el tratamiento de las picaduras de las arañas negras: barrigudas como granos de uva, conocidas por tarántulas o tarantelas, productoras de aquel mal tan horrible y discutido llamado tarantismo. El doctor Francisco Xavier Cid, miembro de la Real Academia matritense, médico titular del Cabildo de Toledo y de su arzobispo, escribió 1 libro para demostrar con curiosos datos y elocuentes estadísticas, que el tarantismo existía en España y que se curaba con la música, al modo como se hacía desde tiempos antiguos en la Puglia de Italia. En tal obra (Madrid, 1787) se dice que en la Mancha ocurrieron frecuentes casos de haberse muerto muchos envenenados por la tarántula en poblaciones grandes por no haber habido quien tocase la tarantela o llegado tarde el que la había de tocar, aunque ya se dedicaron a aprenderla los aficionados a la música de dicha provincia; que el ciego de Almagro está instruido en todas las tarantelas que se tocan en todo el país, pero la particular que él usa es sin comparación mucho más eficaz que las demás, porque en llegando a tiempo, esto es, que el veneno no se haya difundido por todo el cuerpo, o que no se haya altamente arraigado en alguna entraña, es curado el enfermo pronta y seguramente. Como comprobación de sus asertos, el doctor Cid reúne en su libro varios casos de tarantismo, de los cuales he aquí 1 comunicado por el doctor don Mariano Candela y Azaña, médico de la villa de Daimiel, en carta fechada en 24 febrero 1783: br>
- Manuel de Córdoba, de esta vecindad, en el verano pasado de 1782, durmiendo en la era le mordió, al parecer, la tarántula. Despertó con agudo dolor en el cuello, como acontece a los que tienen mal puesta la cabeza. Volviase la cabeza al otro lado, y no pudo por la tirantez de las cuerdas del cuello. Empezó a sentir fatigas y congojas, diciendo que se moría. Trájose a este, y habiendo sido llamado, le encontré con bastante inquietud, pulso retraído, vientre algo inflamado, dolor en la región renal, ardor y dificultad de orinar. Todo este cúmulo de síntomas por de pronto me hizo suspender el juicio, no pudiendo persuadirme de mordedura venenosa juzgando por otra parte, ser aparatos de 1 grande enfermedad. Me contenté sólo con mandarle aplicar al vientre unos paños de vino y manteca, y unas lavativas laxantes hasta volver, y si necesitaría o no alguna evacuación de sangre. Pasadas menos de 2 horas, como las 10 de la mañana, me avisan vaya corriendo, que se muere el enfermo. Mandé la unción mientras llegaba, pues estaba confesado. En este intermedio llamaron las mujeres a 1 pintor que vive aquí llamado Fulgencio, que fuese a tocarle la guitarra. Fue, y cuando yo llegaba a ver al enfermo, me dice que ya está bueno, y de fidedignas personas que le vieron bailar es como se sigue su relato.
- Principió con fandango, seguidillas y otros sones, permaneciendo quieto hasta que tocó el de la tarantela, que es mixto de fandango y folías, y sin reparar en cosa, tiró de la ropa y principió a bailar con tanta ligereza y sin perder el compás, que no lo ejecutará el más diestro bailarín, riéndose la gente de ver bailar a 1 hombre que jamás le habían visto bailar y llevar el compás con tanta perfección. El tocador le daba golpes de otro son; y al primero paraba hasta que volvía la sonata. Se repitió en la tarde habiendo sosegado al mediodía, hasta cuya hora duró la sonata, tomando caldo y alimentándose; y en la mañana siguiente, aunque tocó el pintor, no tenía ganas de bailar, y hoy está bueno. Como de noche fue la mordedura, no se puede saber qué tarántula fuese. En el cuello no hubo inflamación, si solo 1 lentejuela encarnada. Así lo narra Comenge. Esto pasaba en el siglo XVIII; durante todo el siglo XIX los médicos se burlaron de ello y ahora, en la segunda mitad del siglo XX, se descubre de nuevo la terapéutica musical y se afirma que la música de Mozart está recomendada para las enfermedades renales. Con lo que el enfermo no podrá decir jamás que está para músicas.
Debe estar registrado para postear un comentario.