- Centros de salud mental o, en ciertos casos, de día o rehabilitación y otras expresiones similares, son las adecuadas para referirse a instalaciones donde se atiende a parsonas con este tipo de problemas, mejor que manicomio. Quienes necesiten tratamiento, ingresan en esos centros, y no son recluidos, internados o encerrados. Afortunadamente es recomendación de fundeu, fundación de la agencia estatal EFE y BBVA para la defensa de la lengua castellana, que no sé quién lo necesita más y si es para otras cosas, pues me chafa 1 de mis mejores títulos, y en la localidad, y nunca mejor dicho de la localidad emplemática junto con Ciempozuelos o Mondragán, pero la que sale en las novelas de Benito Pérez Galdós el de los antiguos billetes, que también fue diputado, y al que me encomiendo como autoridad si me apuran.
- Me tienen en el manicomio por esta gilipollez de los ricos y los pobres a pesar de lo mucho que me empeño en hacer de la escritura, hasta la mas mínima, una dedicatoria por ejemplo, una práctica rigurosa y sin concesiones, un ejercicio inhumano, Leopoldo María Panero en una carta de 1974. Pero los psiquiatras le llaman loco, loco…
- ¿Por qué me insultan? Tal vez por la sinceridad o por amar a la vez el verso, las heces y la bella catástrofe.
- Los locos dicen la verdad. Javier Rada, “Panero resucitado”, 20 minutos, 5/01/2005. Como en la biografía titulada El contorno del abismo, vida y leyenda de Leopoldo María Panero, trabajo de investigación detectivesca del periodista J. Benito Fernández no se hacen valoraciones sobre la obra y la vida del poeta, actor y personaje Leopoldo María Panero Blanc, valgan las palabras del prólogo de Antonio Martínez Sarrión, otro de los 9 novísimos poetas españoles, antología de José María Castellet de 1970 que lanzó a la fama literaria a Manuel Vázquez Montalbán (1939-2004), al citado Antonio Martínez Sarrión (1939), a José María Álvarez (1942), a Félix de Azúa (1944), a Pere Gimferrer (1945), a Vicente Molina Foix (1946), a Guillermo Carnero (1947), a Ana María Moix (1947) y al propio Leopoldo María Panero (1948) como valoración del más joven de los novísimos: “Creo que a los antipanerianos mas recalcitrantes y graníticos, la activación de ese resorte (que salvó a Panero de morir en varios intentos de suicidio y otra serie de peripecias vitales como las detenciones por motivos políticos y por posesión de drogas y la estancia en varias cárceles y manicomios) no puede dejar de impresionarles dado que, al contrario de otros colegas coetaneos, a veces íntimos suyos y casi clónicos siempre por sensibilidad, desorden de vida, aceptaciones, rechazos y cosmovisión -pienso en Haro Ibars, Antonio Maenza, Eduardo Hervás, Antonio Blanco o Aníbal Núñez- todos los cuales, aquí, sin metáfora alguna, sucumbieron al canto de las sirenas con inexistentes o defectuosos tapones de cera en los oídos, Leopoldo María Panero, nuevo Ulises, aguantó el venenoso arrullo atado a su palo. Mas aún: pudo, a partir de él, elaborar, que yo sepa, un nunca oído canto -desigual, desvencijado, trabado en ocasiones, lo que se quiera, pero impar, personalísimo- en los anales de la mas exigente lírica española de este siglo. Tal o tales estacas de amarre -Leganés, Mondragón y otros centros de acogida y reclusión para enfermos mentales, aunque sabemos que Panero seguirá hablando hasta la muerte de “policías psiquiátricos”- prolongaron, sin duda, la casi siempre valiosa vida de cualquier hombre y nos han dejado, por añadidura, para atenernos tan solo a la poesía, desde Por el camino de Swan, la plaquette, con la que hace su tímida aparicion en 1968 hasta los que tengo por últimos libros suyos valiosos, esos Orfebre (1994) y Guarida de un animal que no existe (1998), palabras del prólogo de El contorno del abismo, vida y leyenda de Leopoldo María Panero, editada por Tusquets y presentada el 25 de mayo de 1999 en un centro cívico de Leganés por su autor, el periodista de Informe Semanal J. Benito Fernández. A Leopoldo María Panero Blanc, hijo del poeta Leopoldo Panero Torbado y Felicidad Blanc, hermano de los también poetas, actores y personajes Juan Luis, mayor que él, y Michi, el pequeño de la saga familiar que protagonizó las películas El desencanto (1976) de Jaime Chávarri, y Después de tantos años (1993) de Ricardo Franco, le consideran aún los que le odian como uno de los mejores poetas españoles de siglo XX, autor también de Así se fundó Carnaby Street (1970), Teoría (1973), Last River Together (1980), Dioscuros (1982), Poemas del manicomio de Mondragón (1987), Contra España y otros poemas no de amor (1990), Heroina y otros poemas (1992) y en prosa, En el lugar del hijo (1976) y Dos relatos y una perversión (1984), pero nadie se atreve a darle un premio por miedo al número que pueda armar, y los ha protagonizado muy sonados. En palabras de Martínez Sarrión, “en esto del humus intelectual o de cultura donde se hizo mi promoción, no fue exactamente lo mismo llegar a adolescente curioso e inquieto, así se decía, en 1956 (Martínez Sarrión es con Vázquez Montalbán el mayor de los novísimos) que en 1965 (como Leopoldo María, el mas joven), como tampoco era exactamente lo mismo pertenecer a una familia republicana, franquista o híbrida”. El relato de J. Benito Fernández es un desfile de destacados vástagos de dinastías franquistas y antifranquistas que en ocasiones producen caprichosos encuentros y desencuentros que demuestran que no hay mayor fabuladora de enredos que la vida misma, como en la relación bastante cercana y duradera entre Leopoldo María, hijo de Leopoldo Panero, poeta predilecto en la dictadura de Franco, y Eduardo Haro Ibars, hijo de Eduardo Haro Tecglen, autor del libro autobiográfico El niño republicano. Este veterano escritor y periodista ha argumentado en numerosas ocasiones que más dura aún que la guerra civil fue la postguerra, 40 años de opresión, de represión, de respuestas exageradas y arbitrarias como las que sufrió repetídamente Leopoldo María. Su biografía es reveladora sobre esta siniestra época y también un ajuste de cuentas contra la severidad y exageraciones que se cometían en un pais inhóspito en el que nadie estaba a salvo. Estamos ante un poeta, un escritor consagrado desde muy joven, hijo de otro poeta, que ha estado publicando libros y articulos desde 1968, pero que a la vez o al mismo tiempo intentó suicidarse en varias ocasiones, hasta el punto que alguna vez el mismo se daba por muerto aún en vida, un poeta que sufrió encarcelamientos rigurosísimos, con peleas con otros presos y celdas de aislamiento, por motivos políticos y por posesión de drogas, internamientos frecuentes en manicomios y hospitales de los que en algunas ocasiones intentó fugarse e incluso lo consiguió, un escritor nada mas, un poeta. En un pasaje de la biografía se dice que algunos contemporáneos de Leopoldo María “sentían una admiración profunda por la personalidad que había transgredido tan obvia, natural y lúcidamente las torpes barreras de la sociedad patriarcal española, las dobleces de su precaria vida intelectual, su inconfundible carácter gregario y tribal, su cobardía”. En 1976, cuando se rodó El desencanto, el mediano de los Panero estaba destrozado física y psíquicamente, recitó sus poemas en un cementerio solitario y se peleó con su madre y con sus hermanos ante las cámaras. En el amplio retrato biográfico de Leopoldo María y los personajes que merodearon por su vida, J. Benito Fernández propone una detallada sucesion de escenarios insolitos en la literatura española, que a duras penas se levanta de las mesas del Café Gijón y los caminos trillados y tantas veces reiterados en numerosas narraciones y poemas. Martínez Sarrión explica en el prólogo que “salvo que uno se llame, por ejemplo, Jean Genet, y pocos mas, nunca supondrá lo mismo, debo insistir, oficiar de paseante en corte, rey de la noche, funámbulo en la cuerda floja, estridentista o poeta maldito a partir de un ambiente como el de los Panero, que intentarlo desde las chabolas del Pozo del Tio Raimundo o arrancando de los tugurios en Costa Polvoranca”. Aún así, el recorrido vital de Leopoldo Maria, que lo tenia todo a su favor, se sumergio en los sanatorios psiquiátricos de Leganés, Ciempozuelos y Mondragón entre otros, las carceles de Madrid y Zamora, descrita esta última por el poeta en una carta de 1969: “El tiempo es aquí gaseoso y tengo la impresión de que sobre mí crece la hierba”, numerosos hospitales e inesperadamente hipermercados, como el de este relato de J. Benito Fernández: “En octubre de 1992 visité de nuevo a Leopoldo acompañado de un amigo fotógrafo. Le propusimos ir a comer, que eligiese el lugar. Nos llevó a un hipermercado. En Euskadi, en la patria de la gastronomía, nos metió en un lugar impersonal, de comida infame y con un fetido olor. Entre una irresistible humareda de mala cocina, rodeados de molestos carritos de la compra y un ensordecedor telediario, digerimos un escuálido y seco filete con patatas congeladas”. En sus intervenciones públicas en radio, prensa y televisión, Leopoldo María siempre ha manifestado su deseo de volver al manicomio y a la ciudad de Leganés, uno de esos puntos de amarre que salvaron su vida para la poesía y la literatura. Actualmente reside en Las Palmas y según el testimonio de J. Benito Fernández y la eterna sospecha de muchos admiradores, Leopoldo María, autor de frases como “si ya has encontrado lo que buscas, persevera donde todo ha huido”, no esta loco. Como quiera que este es el argumento que utilizan J. Benito Fernandez y algunos periodistas para promocionar la biografía del poeta, es necesario advertir que sobre la locura siempre se hacen interpretaciones correosas, como pasando rápidamente sobre un tema considerado incómodo. Queda sobreseida la necesaria distinción entre los locos con tendencias autodestructivas que conducen al suicidio, como Leopoldo María y la mayoría de los llamados locos, y los locos con tendencias psicopatológicas hacia los demás, comúnmente llamados psicópatas y que afortunadamente son una minoría. Estos 2 tipos de locos son diferentes en todos los aspectos, especialmente en el tratamiento que merecen, que debe ser humano y sanitario en cualquier caso. Así mismo se suele dar un valor absoluto a la locura, sin diferenciar siquiera sus estados latentes o leves, que afectan a la mayoría de las personas, de los estados criticos en los que muy esporadicamente pueden caer los (entonces si) enfermos mentales. Pero lo mas desagradable de estas interpretaciones simples y correosas sobre la locura es ignorar que tiene cura, que se cura, es decir, que los estados críticos remiten por si mismos (lo de que “el tiempo cura todos los males” es algo mas que un tópico demasiado común) o por tratamiento psiquiátrico a cargo de médicos que emplean fármacos, duchas frías y otros por el estilo, que son los que sufrió Leopoldo María desde su primer internamiento en 1968 a manos de los que llama “policías psiquiátricos”, aunque el poeta siempre ha manifestado sus preferencias y de hecho es un gran estudioso de los tratamientos psicoanalíticos, es decir, las charlas de divan, la hipnosis, el subconsciente y similares. En sus propias palabras: “La culpabilidad reprimida se transforma en autoagresión de un superyo inconsciente (masoquismo, llanto, etc.), de modo que no veo las ventajas de escapar de donde no se sale mas que pasando por todo, como decia Boheme”, escrito en una carta de 1976. En cualquier caso entra dentro de lo posible que una persona que haya estado “loco” se haya curado, que pueda sanar. En el momento de juzgar a los literatos cuyas biografías presentan fallas y contrasentidos (la gran mayoria desde el punto de vista de los estudiosos de este tipo, pues lógicamente si no hay fallas o contrasentidos en la vida y la obra del autor en cuestión no hay estudio, beca o motivo de investigacion) casi siempre se aplica el tópico de salvar la obra literaria “a pesar de to”. En este caso que también valga el tópico.
- No hay peor forma de injusticia que la justicia simulada, y no vean plagio en otro fallo de memoria para citar correctamente al autor pues de desmemoriaos trata el número 137 de agosto de 2008 la revista del ayuntamiento de Leganés, cuando reveló otra leyenda urbana atribuida al tirano anterior, al que se relacionaba con visitas frecuentes al afamao manicomio local que no diré secretas pues se hacían con gran despliegue de motos y vehículos oficiales que dejaron hondo recuerdo en muchos vecinos de la pequeña localidad entre 1950 y 1970. Como las visitas a Leganés para asistir a reuniones preparatorias inmediatamente anteriores y durante la guerra civil, es decir, en torno a 1936 fueron historiadas por Paul Preston e Hugh Thomas se pensaba que los encuentros en oscuros contubernios continuaron cuando acabó el conflicto armao directo de las 2 España, pues como se sabe la guerra sigue abierta, lo que se conecta con otra leyenda urbana de tipo infantil local sobre una tupida red de túneles subterráneos entre los edificios del pueblo antiguo con salidas al exterior, incluyendo los antiguos cuarteles militares y el seminario de los agustunos hoy reconvertidos en instalaciones educativas, recreativas o sanitarias. Pero el revelao de las idas y venidas de la escolta del tirano al manicomio de Leganés desembocan en otro misterio de consecuencias impredecibles pues al parecer en el hospital psiquiátrico Santa Isabel, actual José Germain residía 1 de los dobles que suplantaban al tirano en actos sin precisar y que era recogido y devuelto a sus aposentos secretos con la misma pompa y fanfarria de la que se acompañaba el tirano en sus desplazamientos. Más parece que por descargarse en los muertos se dice también en las informaciones que el de Leganés nombrao como Luis también sufría Parkinson como el tirano y estaba realmente encarcelao en el manicomio. Respecto del doble de la primera época del tiraro se dice, siempre con todas las reservas que fue fusilao encapuchao, otro clásico. En las obras dun centro de salud de nueva planta nada disimulao entre los antiguos palacios del siglo XVII convertidos en el reinao de Isabel II en manicomio quedó al descubierto en los subterráneos un pasadizo de medio cuerpo orientao en sentido Norte – Sur apuntando a los antiguos cuarteles militares. Ese Leganés subterráneo que, a la vista del estao del túnel comparao con las ruinas de la superficie nunca fue abandonao, ni 1 telaraña, ni 1 cascote caído del techo, tuvo existencia perfectamente ajena a la vida en la superficie, como se demuestra también por la revelación puntual del boletín local. Otras instalaciones subterráneas igual de secretas en la misma ruta del túnel da a pensar que las idas y venidas de las motos y coches oficiales del tirano tenían que ver más con un discreto centro de preparación y manipulao de dobles pues las mentiras, más aún de esas proporciones necesitan más preparación que las evidencias en forma de pruebas.
– La corriente de la verdad se esparce por los canales del error – el Gulag de Podemos @10:16
[...] La corriente de la verdad se esparce por los canales de los errores, Rabindranath Tagore. Mientras que en el Renacimiento los [...]